jueves, 29 de enero de 2015

La Reina.

Sabéis, ella era una preciosa reina viuda.
No era una reina cualquiera, era una reina humana.

De vez en cuando frecuentaba hospitales y visitaba a niños con cáncer. No lo solía tener fácil, se escapaba frecuentemente e iba sola y a escondidas.
Estos actos la situaban siempre en los medios de información, pero eso, para algunos, era algo que la hacía especial.

¡Los niños no podían llegar a entenderlo! La reina, visitándoles. ¡A ellos!
Por lo que la viuda real siempre tenía que lidiar con estas bondadosas a la par que curiosas e inocentes preguntas.

- Alteza.

+ Puedes llamarme por mi nombre, querido.

- ¿Por qué malgastáis vuestro tiempo con nosotros, alteza?

+ Verás, hijo, el pueblo necesita amor. Sin amor estamos perdidos, como aquellos que pierden la esperanza cuando un ser querido les abandona de repente. Desolado.

- Entonces, alteza, ¿por qué no resuelve problemas mayores como el de la pobreza o el hambre?

+ Sencillo, para eso ya tengo a otros, mi deber es estar con vosotros. Vosotros, hijos míos, vosotros, sois mis reyes, reyes de esta partida de ajedrez que es la vida. Sin vosotros no soy nada. Sois el mañana, el futuro, y la esperanza. Sois alegría que ha de perdurar por siempre. Recuérdalo.

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